Ecocidio urbano: arrasa Junta de Caminos más de 24 kilómetros de jardines polinizadores en Toluca

En el corazón del Valle de Toluca cada temporada de lluvias ocurre un fenómeno que pasa casi desapercibido para la mayoría de los ciudadanos: los camellones y pastizales se llenan de flores silvestres que, sin necesidad de que nadie las siembre o riegue, se convierten en auténticos refugios para abejas nativas, moscas polinizadoras, mariposas, escarabajos y otros polinizadores.

Lejos de ser “maleza”, estas plantas representan un tesoro de biodiversidad urbana. Así lo documentaron la doctora Rosa Laura Heredia Bobadilla y el doctor Armando Sunny, investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), quienes el pasado 18 de septiembre realizaron una caminata de observación en el camellón de la carretera Toluca–Atlacomulco. En apenas 45 minutos registraron más de cuarenta especies de plantas nativas que florecen espontáneamente en los camellones de Toluca.

Pero unos días después toda la biodiversidad presente había desaparecido gracias a la intervención de la Junta de Caminos del Estado de México, que podó por completo los 24 kilómetros de camellones en esta carretera, una acción que replicaron en otros camellones del municipio como Paseo Tollocan, evidenciando la incapacidad de las autoridades para atender temas tan relevantes como la conservación. 

Entre las especies documentadas por los investigadores destacan las Bidens odorata, Cosmos bipinnatus, Salvia reptans, la orquídea Dichromanthus aurantiacus (polinizada por colibríes), Stevia viscida, Tagetes micrantha, Oenothera rosea, Tinantia erecta, Cuphea aequipetala, Lupinus montanus y Dalea leporina, entre muchas más.

Muchas de estas flores son diminutas, casi imperceptibles para el transeúnte, pero cumplen un papel vital en el ecosistema, pues ofrecen néctar y polen a una gran diversidad de insectos nativos. Estas especies nativas mantienen vivas a las comunidades de insectos locales —abejas solitarias, mariposas como la Leptophobia aripa, sírfidos como el Eristalis tenax, escarabajos como el Chauliognathus limbicollis, saltamontes y otros artrópodos— que han coevolucionado con ellas durante miles de años. En contraste, las especies ornamentales o exóticas introducidas en los llamados “jardines polinizadores” rara vez benefician a los insectos nativos, pues no reconocen su néctar ni pueden acceder fácilmente a sus flores. Este entramado de relaciones entre plantas nativas e insectos es crucial en un contexto global de crisis de extinción de insectos, con poblaciones de polinizadores disminuyendo a un ritmo alarmante por la pérdida de hábitat, el uso de pesticidas y el cambio climático.

Que en pleno Valle de Toluca aún florezcan estos jardines silvestres espontáneos significa que contamos con verdaderos refugios de biodiversidad en medio de la ciudad, pequeños oasis que sostienen procesos vitales como la polinización de árboles frutales, hortalizas y cultivos locales, y que podrían ser clave para enfrentar la actual emergencia ecológica.

“Estos camellones son jardines polinizadores naturales que nos regala la temporada de lluvias. No tuvimos que sembrar nada, la naturaleza los pone ahí. Y lo más triste es que los eliminamos sin pensar en lo que perdemos”, explica Armando Sunny.

El ecocidio de la Junta de Caminos del Estado de México

“Realizamos labores de poda y limpieza en la carretera Toluca–Palmillas, con el objetivo de mejorar la visibilidad, prevenir accidentes y conservar la infraestructura vial en buen estado. Estas acciones no solo favorecen la seguridad de quienes transitan diariamente, también contribuyen a prolongar la vida útil de la vialidad y garantizar caminos más confiables».

«En Paseo Tollocan realizamos trabajos de poda para mantener la vialidad segura y en óptimas condiciones. Acciones que favorecen la visibilidad y el tránsito seguro”, justifica la Junta de Caminos del Estado de México en sus redes sociales acerca de la poda de jardines polinizadores de los camellones de jurisdicción estatal en Toluca.

Paradójicamente, mientras el gobierno del Estado tiene como símbolo un colibrí, orquídeas presentes en los camellones de las cuales se alimentan estos organismos son podados, de la misma forma que se hace con especies de importancia medicinal o arbustos nativos como los tepozanes que al crecer se convierten en árboles.

Estas acciones contrastan con medidas como la implementación de jardines polinizadores por parte de la Secretaría del Medio Ambiente y la Secretaría del Campo, cuyo alcance y cobertura es prácticamente nulo en comparación con lo que es eliminado por parte de la Junta de Caminos del Estado de México. Sin embargo, dichas acciones son promovidas en medios de comunicación como grandes logros.

Más que flores: alimento y refugio para la vida

Lo que a simple vista parecen flores pasajeras o de aparición esporádica cumple funciones profundas en el ecosistema urbano. Muchas de estas especies son pequeñas, discretas, incluso diminutas, pero son vitales: cada corola, cada inflorescencia sostiene a un insecto nativo que depende de ella para alimentarse o reproducirse.

“Durante la época seca, muchas de estas plantas liberan semillas que sirven de alimento a aves y otras especies nativas. Además, su estructura ofrece refugio a insectos y pequeños organismos. No son maleza, son pequeñas islas de biodiversidad que sostienen la vida en la ciudad”, señala Sunny.

Las observaciones realizadas en Toluca demuestran que estos espacios no son adorno estacional ni “descuidos” de la autoridad, sino auténticos nodos ecológicos que permiten la supervivencia de especies clave. En un contexto global donde se habla de la crisis de extinción de insectos —con pérdidas masivas de polinizadores documentadas en Europa, América y Asia—, conservar cada fragmento de hábitat se vuelve una acción urgente y necesaria.

Los polinizadores nativos son los más vulnerables y también los más invisibilizados. “Siempre hablamos de la abeja europea (Apis mellifera), pero aquí lo que está en juego son las abejas solitarias, los sírfidos, los escarabajos, moscas polinizadoras, las mariposas locales. Ellos son los verdaderos guardianes de los ecosistemas y los que más sufren cuando eliminamos sus flores”, dice Armando Sunny, que asegura que mientras las especies exóticas de ornato lucen atractivas a los ojos humanos, rara vez logran alimentar a los insectos locales. Las flores nativas, en cambio, han coevolucionado durante miles de años con ellos, encajando como piezas de un rompecabezas ecológico que no puede improvisarse.

Una propuesta diferente: orden sin destrucción

Ambos investigadores coinciden en que el problema no es únicamente ecológico sino también cultural. La idea de “lo limpio y ordenado” en los espacios públicos se traduce en brigadas municipales que cortan todo a ras, dejando camellones cubiertos únicamente de pasto exótico, pobre en recursos y sin valor ecológico.

“En nuestra cultura se cree que un pasto corto y uniforme es sinónimo de limpieza y progreso. Pero la naturaleza no funciona así: es diversa, caótica, con muchas especies de distintos tamaños y formas, y cada una cumple una función en el ecosistema”, dice Armando Sunny.

Frente a ello, los investigadores proponen una alternativa sencilla: la poda artística. En lugar de eliminar por completo la vegetación, se trata de darle forma visual —círculos, cuadros, franjas— a los parches de flores silvestres, de modo que los camellones luzcan cuidados y ordenados. Así, la población percibe que “se está haciendo algo”, pero al mismo tiempo se conserva la biodiversidad nativa.

“A las autoridades y a la población les gusta ver la naturaleza ordenada, y eso es entendible. La poda artística permite mostrar orden y diseño, pero sin destruir la vida: conserva las plantas nativas, sus semillas y los beneficios que ofrecen a insectos, aves y al propio ecosistema urbano”, establece Sunny.

Además, insiste en que esta práctica no implica mayor gasto: aprovecha lo que ya existe, mantiene un balance entre estética y ecología, y transmite a la población un mensaje de cuidado y respeto hacia lo nativo.

Recarga hídrica

La diversidad de plantas en áreas verdes urbanas no solo beneficia a los polinizadores, también es clave para la recarga hídrica. Las raíces de diferentes especies nativas permiten que el agua de lluvia se infiltre mejor en el suelo, recargando los mantos acuíferos y reduciendo encharcamientos e inundaciones. En cambio, cuando se sustituye esta diversidad por pasto no nativo e incluso invasor, el suelo se compacta, el agua escurre sin penetrar y se pierde la oportunidad de retenerla. Mantener la biodiversidad vegetal en camellones, parques y jardines no solo protege la fauna, también asegura un mejor manejo natural del agua en beneficio de toda la ciudad.

Cambiar la forma en que vemos la naturaleza

El trasfondo de todo este debate es la necesidad de cambiar nuestra concepción cultural de la naturaleza.

“Debemos dejar de ver las flores silvestres como maleza. En realidad, son tesoros biológicos del centro de México. Somos privilegiados porque cada temporada de lluvias tenemos estos jardines naturales a la vuelta de la esquina. Si en vez de destruirlos, los valoramos, podríamos tener ciudades más sanas, más bellas y más conectadas con la biodiversidad, no se trata de romantizar el desorden, sino de aceptar que la naturaleza tiene su propio orden. Ese aparente caos de especies, tallas y colores es lo que mantiene a los ecosistemas funcionando. Cambiar nuestra forma de ver lo que es bello o limpio es clave para la resiliencia urbana”, afirma Sunny.

Una oportunidad para Toluca

La experiencia documentada en Toluca puede convertirse en ejemplo para otras ciudades del centro de México y de América Latina. Conservar estos jardines espontáneos no es un lujo, es una necesidad urgente en tiempos de crisis de insectos y de pérdida de biodiversidad. Proteger las flores silvestres significa sostener a los polinizadores nativos, garantizar la producción de alimentos, ofrecer hábitat a aves y pequeños animales, y mejorar incluso la salud emocional de los habitantes.

“Cuando caminamos por estos camellones florecidos, no solo vemos plantas y polinizadores. Vemos la oportunidad de una ciudad más viva y resiliente. Es momento de aprender a valorar lo que tenemos, antes de que lo sigamos perdiendo en nombre de la estética”, concluye Sunny.

¿Qué prefieres ver?

Diversos estudios en psicología ambiental muestran que ver plantas con flores y paisajes variados mejora el estado de ánimo, reduce el estrés y aumenta la sensación de bienestar. Un camellón lleno de flores silvestres nativas ofrece colores, aromas y movimiento de insectos que nos conectan con la naturaleza y generan emociones positivas. En contraste, un pasto podado y uniforme, aunque parezca “ordenado”, resulta monótono y no aporta beneficios emocionales ni ecológicos. Apostar por la diversidad vegetal no solo ayuda a los polinizadores y al agua, también nos hace ciudades más humanas, saludables y felices.

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