- «Las niñas y los niños de papel» estará en temporada hasta el 14 de septiembre.
En la Sala Xavier Virraurrutia del Centro Cultural del Bosque –los sábados y domingos a las 13:00 horas– es posible admirar un hermoso montaje teatral y de objetos de la compañía Mondomeraki que habla de piedras, de papel y de tijeras; una triste historia, contada por el anciano Masaki, en la que las niñas y los niños son el papel, las piedras son el poder, las tijeras los soldados… y lo demás es la guerra, es Nagasaki, Japón, es el 9 de agosto de 1945.

Para Luisa Aguilar y para Adolfo García, directores de montaje, abordar el tema de la bomba lanzada en la II Guerra Mundial era necesario, por lo que luego de hacer una investigación, trabajaron desde una perspectiva poética, e incluso desde el humor, con el fin de contar y atravesar sin lastimar al público infantil, a quien está dirigido el montaje.
En la escena, las imágenes se configuran poéticamente: desde los recursos del juego de piedra papel y tijera, los elementos se transforman ante los ojos de los espectadores en los personajes que construyen la historia de un niño y una niña que sobreviven al lanzamiento de la bomba atómica más destructiva que se ha lanzado sobre población civil.
Con la idea de que “las historias que no se cuentan se repiten”, Mondomeraki construye un relato a través de imágenes recreadas con sombras, títeres, luces: “arte hecho con el alma”, una increíble historia visual que nace del horror pero que se sublima, a través de la creación escénica, en la esperanza de que la guerra –la que fue.. la que está siendo– se detenga.

De la autoría de Luisa Aguilar, el texto pone al espectador en una posición ambigua que roza el dolor y la impotencia de la muerte de civiles inocentes por razones de poder y la belleza de los recursos escénicos construidos desde la plástica de Adolfo García.
Este montaje estará en temporada hasta el 14 de septiembre y es relevante porque mueve a la reflexión, porque pone nombre a las víctimas, a los civiles, a los inocentes y a los niños muertos, y también porque en el contexto de guerra en el que vivimos –guerra en sus distintas acepciones– hablar, hacer arte, denunciar, crear, puede ser acaso una manera de intentar que los ataques paren y que el horror no se repita.


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