#ClavesUAEMéx Reconciliación y reorganización

La crisis por la que atraviesa la Universidad Autónoma del Estado de México está entrando en una nueva fase en donde dos conceptos serán clave. Representan dos alternativas opuestas ante la llegada de la nueva administración, el levantamiento de paros y el ingreso de una nueva generación a la Universidad. Se trata de la reconciliación y la reorganización.

El primer concepto es promovido por la administración de Patricia Zarza desde su posición como Rectora. Su análisis es superficial y define a la “reconciliación” como la mejor opción para que vuelva “la paz y la calma”. Suena bien ese lugar común. Sin embargo, esta opción esconde que la llegada de la rectora no se construyó desde el consenso, sino desde una nueva forma de imposición que limitó la posibilidad de que hubiera una participación plena de la comunidad universitaria en la elección del cargo. De paso, le dio la espalda al movimiento estudiantil. Reconciliar en estas condiciones implica el olvido de los reclamos estructurales que levantaron la inconformidad estudiantil por un falso bien común.

La reconciliación es también una salida de la política electorera. Basta recordar que en campaña electoral, la ahora gobernadora mexiquense Delfina Gómez y Morena, denunciaban a los corruptos, pero luego los recibieron en sus filas dándole la espalda a la esperanza de cambio, porque como sentenciaron, ya era tiempo de “reconciliación”.
En el contexto de un movimiento como el parista universitario, rechazar la reconciliación no significa cancelar los acuerdos y las mesas de trabajo con las autoridades, sino entender los alcances y cumplimiento de los acuerdos, que además no siempre son respetados.

La reorganización que ha sido planteada por asambleas que han levantado sus paros representa algo opuesto, pues permite mirar los aciertos y errores de un proceso organizativo para entonces dar un paso frente al nuevo escenario. Esto no es un tema fácil porque requiere reflexión, debate y tiempo.

Un proceso así implica aceptar que amplios sectores de estudiantes, docentes y administrativos han sido apáticos con el movimiento estudiantil y se han situado en la comodidad; que hay universitarios que han censurado su propia participación por la presión social por la apatía de sus compañeros o por conflictos y diferencias internas del movimiento.

Reorganizarse requiere aceptar que hay quienes ponen y pondrán sus intereses personales por encima del movimiento colectivo, y que por otro lado los alcances de este proceso han dependido en gran medida de la experiencia previa del movimiento estudiantil, pues hay quienes, pese al paso del tiempo o la desmovilización, no han dejado de levantar la voz.

Analizar a profundidad cada uno de estos aspectos permite encontrar nuevas rutas de trabajo y conclusiones, pues algunas asambleas ya han mostrado que el camino no termina con el levantamiento del paro, aún está el seguimiento a los pliegos petitorios, la protesta como vía para su cumplimiento, el sostenimiento de las asambleas como espacios de toma de decisiones, la conformación de colectivos y organizaciones diversos por demandas estudiantiles, pero también populares, la construcción de espacios donde se promueva la conciencia social, el rescate de la memoria del movimiento, la construcción de medios de comunicación, la generación de propuestas y demandas de mejora.

Esa es la nueva Universidad, a la que se puede transitar pero el cambio no vendrá desde la reconciliación sino de la reorganización de la comunidad universitaria.

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