Repensarnos

Por: Carla Valdespino Vargas

  • El paro estudiantil cumple un mes y, aparentemente, no se vislumbra una posible solución. Veo comentarios en redes sociales que me llevan a reflexionar:  hay una constante “queja”, por llamarla de cierta forma, a la decisión de los estudiantes de cubrirse el rostro. Por otro lado, el Consejo de Gobierno continúa tomando decisiones sin mirar la realidad que lo avasalla. ¿Qué hay del Humanismo que tanto pregona la Universidad Autónoma del Estado de México, realmente representa los valores de sus autoridades, de los docentes, de los estudiantes? ¿La Facultad de Humanidades es bandera de las Humanidades?

Pongo sobre la mesa algunas reflexiones decoloniales sobre estos temas y cómo el pensamiento zapatista podría arrojar un poco de luz a este aparente caos.

  1. Humanismo

Mas, ¿qué es lo humano? ¿quién determina los parámetros de exactos de su esencia? En su momento fueron los humanistas quienes establecieron al ser humano comoaquel que posee dignidad en su vida terrenal.

El Humanismo, en su esencia primaria, era considerado el sistema de pensamiento que defiende, como principio fundamental, el respeto y la dignidad de las personas. Sin embargo, para la época, por ahí del Renacimiento, no todos entrábamos en la categoría de ser humano, pues la esclavitud y la explotación eran normales.

Y aunque lejano es ya el Renacimiento, lo humano continúa  en el estatus de producto que se compra, se vende y se desecha. Un consumismo salvaje nos lleva a la deshumanización, donde no interesan las consecuencias climáticas y sociales, al cambiar constantemente de teléfono celular, por ejemplo. No importa que, poco a poco, le quitemos territorio a las comunidades indígenas para realizar megaproyectos, que haya indígenas despojados de su espacio y que se vean forzados a migrar para ser nuevamente ignorados y afirmar, después, que son pobres porque quieren.

El objetivo del pensamiento decolonial es lograr una emancipación social a través de una construcción teórica diferente. Es repensarnos desde nuestra realidad, lo que equivale a dejar de pensarnos desde el crisol europeo/hegemónico, dejar de pensarnos como el ser exótico que deber ser estudiado por la antropología. Mas, ¿cómo re-conocernos?

El objetivo es reflexionar sobre las implicaciones reales del pensamiento decolonial, si lo logramos podremos comprender la existencia de nuevos mapas como el que ubica a Kurdistán por encima de Turquía, Armenia, Siria, Irak e Irán. Si comenzamos a hacer presente lo que aparentemente no existe, ubicaremos a la Nación Mapuche más allá de las fronteras geopolíticas entre Argentina y Chile. Si hemos aprendimos a mirar el mundo desde otros ojos estaremos en desacuerdo en cómo el Estado sionista ha perpetrado un genocidio contra el pueblo palestino. Si lo logramos, podremos construir otra Universidad Autónoma del Estado de México.

El pensamiento decolonial resulta trascendental y urgente para reconstruir este mundo que ha sido diseñado desde la desigualdad y, por tanto, es urgente ese otro Humanismo, que salga de las aulas y los libros, que vaya más allá de lo académico. Un Humanismo generado desde abajo, donde las mujeres puedan alzar la voz, ya que el humanismo primero fue más androcéntrico que antropocéntrico. Un humanismo generado desde la alteridad, ya que el humanismo primero fue más eurocéntrico que mundial. Un humanismo generado desde los estudiantes, no desde las cúpulas del poder universitario. Un humanismo que conteste a la pregunta de Asdrúbal Marín, interrogante que debemos hacer nuestra: ¿Por qué después de 2 mil 500 años de humanismo, la sociedad cada día pierde el respeto a los seres humanos?

Es urgente desinstitucionalizar los saberes, que han sido cooptados por el pensamiento hegemónico occidental. Construir un humanismo intercultural, donde muchos mundos sean parte, sean escuchados. Formar una revolución intelectual. Si caminar es un acto de rebeldía ante el reinado del automóvil. Si tomar Rectoría es un acto de libertad. Que el pensar en el Otro sea un acto de renovación intelectual, donde los conocimientos generados en Europa sean sólo los conocimientos generados en un lugar del mundo, no en el centro. Descentrarnos debe ser nuestra palabra favorita

Y si resulta imperioso recomponer el Humanismo, es inminente sacudir las humanidades  y, por ende, las  universidades. Las humanidades no pueden ni deben ser las súbditas del sistema, su naturaleza debe ser el cuestionamiento. Por desgracia, en lugar de construir un nuevo humanismo, las humanidades pugnan por fortalecer a la colonialidad.  

Las humanidades tienen la obligación de repensar y transformar el pensamiento, deben posibilitar, explica Walter Calvo, la transformación a un mundo más humano y social, el paso de un ser humano abstracto a uno real. Un ser humano que luche por la igualdad, que esté en contra de la alienación y enajenación económica, política, social y religiosa. Pues el ser humano debe ser un agente transformador de realidades y de su propia realidad.

En el estudio de la filosofía y la literatura las ciencias humanas se han concretado a revisar los libros y no la realidad, se ha dejado de reconocer la dignidad del ser humano, la responsabilidad de la palabra y el pensamiento se han centrado en el deber ser. Tenemos que comenzar a hablar de las Humanidades No-hegemónicas. Construir metodologías fronterizas. Construir un conocimiento muy otro, donde se comprendan otras voces y se repiense la condición humana. Donde el humanismo no sea esa escuela domesticadora que nos aleje del salvajismo y portadora de la civilización. Debe ser humanismo diverso que otorgue voz a los sin voz y habitua el relato del otro, pues no existe una sola naturaleza correcta. No hay una manera de ser humano.

Planteo aquí que el pensamiento zapatista podría ser el primer paso para la construcción de un nuevo humanismo, ya que es un pensamiento antisistémico, pues rechaza el neoliberalismo como ideología y como práctica institucional. Por otro lado, están conscientes de que el sistema-mundo moderno está en crisis y proponen nuevas formas de organización, que no apuntan hacia un sistema socialista o comunista, sino a una lucha muy otra. O bien, como se explica en el ensayo “Ellos y Nosotros”: eso de derecha e izquierda son sólo referentes para que el chofer estacione el auto, la máquina funciona por sí sola, la máquina capitalista moldeada por Occidente funciona con cuatro ruedas: explotación, despojo, represión y desprecio.

La maquinaria de la colonialidad ha trabajado a la perfección gracias a estas ruedas, que hacen funcionar tres ejes: el económico, el de las subjetividades y del conocimiento, cuyos engranajes desarrollan todo un proceso de marginalización. La lucha zapatista es antisistémica pues intenta frenar a toda costa esta máquina con forma de tanque militar.

Por otro lado, es posible afirmar que el pensamiento zapatista es decolonial porque su organización es una muy otra, fuera de toda lógica occidental. Organización donde la clase política es prescindible.

Se lucha en contra de la domesticación de la diferencia, de intentar por todos los medios la homogeneidad impuesta por la dominación a través de políticas neoliberales y de las supuestas bondades de la globalización, bondades que se esconden detrás de la modernidad, que no es otra cosa que la justificación para ejercer violencia genocida.

Toda la sociedad, dicen los zapatistas, está convertida en una máquina, pero nosotros somos parte de un nosotros más grande. La noción de nosotros, explica Carlos Lenkersdorf en su libro Pensar en clave tojolabal, excluye el énfasis del individuo, no lo desaparece, le otorga un espacio para desarrollar su potencial dentro de una colectividad, cada uno aporta al nosotros.

Para los zapatistas la geografía es muy otra y por tanto también lo son los mapas. Cuando escuchamos la palabra geografía, inmediatamente pensamos en montañas, ríos, océanos y mapas, pero se nos escapa que dicha disciplina también estudia aspectos del mundo social y las diferentes relaciones que explican los grupos sociales con su entorno espacial. Por  otro lado, analiza el simbolismo y significado que los humanos otorgan a dichas relaciones.

Para los zapatistas esta perspectiva de la geografía no es ajena y, por lo tanto, han planteado una geografía del mundo, la cual está dividida en un Arriba y un Abajo. Los de abajo producen Kaos, ejercen su libertad, no mendigan, no esperan, no piden, no suplican, forjan su misma libertad, tiran vallas, toman las instalaciones de la Universidad y la renombran; mientras que los de arriba llevan a la práctica los cuatro fundamentos del capitalismo: explotación, despojo, represión y desprecio y toman decisiones sin mirar a los estudiantes; afirman cínicamente que “yo no voy a renunciar”.

Esta división geográfica del mundo puede ser muy similar a lo planteado por Ramón Grosfoguel, donde el Arriba, sería la Zona del Ser, del conocimiento occidental; mientras que el Abajo sería equiparable a la Zona del No Ser, esto es, el dominado (el no europeo-occidental), pero que al mismo tiempo no mendiga, no espera, no pide, no suplica, forja su misma libertad.

Estos planteamientos geográficos pueden ser comprendidos a la luz de la decolonialidad, que pretende dar cuenta de la diversidad epistémica sepultada por la máquina de cuatro ruedas. Su objetivo es alcanzar una emancipación social, pensar un mundo nuevo donde quepa otra manera de articular los conocimientos. El movimiento zapatista ha llevado a la práctica gran parte de las ideas decoloniales.

El pensamiento humanista zapatista propone destruir las relaciones sociales que posibilitan que alguien esté arriba a costa de que alguien esté abajo. Sanar las heridas que el mundo de abajo padece, heridas provocadas por la colonialidad. Los zapatistas no quieren cambiar el Gobierno, quieren cambiar el mundo por eso es necesario la escucha y la compartición. La lucha zapatista es una lucha por la vida.

Los planteamientos zapatistas revaloran otros relatos donde se desarrollan sujetos con diferentes identidades, advierten en el otro la condición común que llamamos humanidad.

Aprender de los zapatistas la lucha antisistémica, explica una lucha por la vida. Una lucha que logró poner sobre la mesa de las academias el tema indígena, sujetos que habían estado desplazados, invisibilizados y que hoy debaten y pugnan por enseñar a Occidente a ver el mundo desde otros ojos, la mirada indígena que es muy otra.

Aprender de los zapatistas que un pasamontaña, un paliacate cubriendo el rostro, no sólo se utiliza para proteger la identidad, sino para recordarnos que cualquiera puede ser parte de la lucha, es un símbolo de igualdad y de justicia que nos permita gritar “Todos somos estudiantes”.

 Luchemos porque los conocimientos no se acumulen para ser el adorno en una exposición de arte, que sean el instrumento para generar un cambio y construir un humanismo de diálogo y así, crear sociedades donde los seres humanos no tengan la necesidad de cubrirse el rostro para luchar. Que el conocimiento sea de todos y para todos. Que el respeto por lo humano sea realmente humano.

Que las universidades sean la verdadera consciencia de la sociedad y las humanidades sean la consciencia de las universidades. Que dejen el servilismo a un lado.

Porque un mundo mejor es posible, un ser humano mejor es posible y depende de la construcción de un nuevo humanismo.

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