La Sombra del Caudillo, un reflejo del México posrevolucionario

Existe una estrecha relación entre la Historia y la Literatura en la obra La Sombra del Caudillo, de Martín Luis Guzmán, la cual nos sumerge en el convulso escenario de la sucesión presidencial de 1928 en México, y repasa el asesinato del general Francisco R. Serrano, perpetrado por las fuerzas gubernamentales del entonces presidente del país, Plutarco Elías Calles. La convergencia de estas disciplinas ofrece una perspectiva única y nos arroja luz sobre eventos cruciales de nuestro pasado.

La Historia y la Literatura han seguido caminos distintos en su aproximación al estudio de los hechos. La primera se apoya en fuentes, datos orales y escritos para construir un relato que aspira a describir tal como sucedieron algunas situaciones. Por otro lado, la Literatura, con la libertad de emplear elementos ficticios, enriquece la narración histórica al explorar dimensiones emocionales y motivaciones profundas. La conjunción de ambas disciplinas no disminuye la seriedad del quehacer histórico: al contrario, enriquece los hechos desde una perspectiva distinta.

De esta unión nace la novela histórica, que se entiende como aquella que, como obra de ficción, recrea un periodo preferentemente lejano y en la que forman parte de la acción personajes y eventos no ficticios. (1)

La Sombra del Caudillo, de Martín Luis Guzmán, es una novela postrevolucionaria escrita durante el exilio del autor en España, en 1929, y se erige como un testimonio literario del México de la época.

En este periodo (1920–1928), los grupos victorioso de la revolución compiten de manera violenta y a veces democrática por el poder. Y Guzmán expone el caudillismo como un modo de gobernar, donde esa figura detenta una autoridad ejecutiva y dictatorial, respaldada por fracciones clave de las masas populares y el ejército. Precisamente, bajo la sombra del caudillo, los líderes políticos son ubicados y removidos a placer y discreción del jefe máximo, lo cual revela un complejo entramado político arraigado en el poder.

Esta obra no sólo representa un relato de hechos históricos, es además un testimonio que captura la esencia de un país en plena postrevolución, que explora las complejidades de sus personajes y los matices de sus motivaciones. El exilio de Guzmán en España regala una capa adicional a su perspectiva, matizada de una mirada única y reflexiva.

La sombra de Obregón

El México de La Sombra del Caudillo está inspirado en el Estado postrevolucionario que surgió después de 1920, autoritario y paternalista, con el Ejecutivo dotado de poderes extraordinarios que convertían al presidente (el caudillo) en la figura central de todo organismo político y social. Se puede comprender que el caudillo no pudiese ser más que un militar cuyo prestigio se ligara a su biografía guerrera, a sus brillantes victorias y trascendiera así al campo de la política. (2)

La novela nos dice acerca del protagonista lo siguiente:

“El Caudillo sabía recordar a sus oyentes que él era el vencedor de mil batallas, tono duro y cortante, tono que hizo que Aguirre experimentara por primera vez en su vida, que ser subordinado de su jefe lo humillaba”. (3)

Pero, ¿quién es el gran caudillo? Se trata de Álvaro Obregón, de quien el historiador Enrique Krazue expresaba lo siguiente:

“Al final de sus ocho mil kilómetros de campaña (85 contra Orozco, 3498 contra Huerta y 3644 contra Villa, Zapata y la Convención) lo sorprende otra cara, más dulce y adormecedora, de la fatuidad: la fama. De pronto comprendió que no muy lejos, casi al alcance de su mano, lo esperaba la silla presidencial.

“Ningún caudillo, le hacía sombra, ni siquiera el Primer Jefe (Carranza), a quien por lo pronto guardaría lealtad, pero a sabiendas de que podría separársele en cualquier momento sin afectar un ápice su prestigio. Era el hombre fuerte de México, el triunfador de la Revolución. En 1917 tenía sólo 37 años. Los mismos que Porfirio Díaz frente a Juárez, sintió que el triunfo era más suyo que de Carranza”. (4)

En la novela se denuncia la forma de actuar del ejército posrevolucionario, que sirve a ojos ciegos al caudillo y a sus simpatizantes. En el México postrevolucionario el ejército iba a ser no sólo el elemento que daría dimensión real a los poderes del presidente, sino además se convertiría en el semillero de nuevos presidentes y en gran medida de la nueva clase capitalista. (5)

Los personajes centrales del relato, Hilario Jiménez e Ignacio Aguirre, representan a la clase en el poder y todos ellos son militares al igual que muchos de sus partidarios. En la novela como en la realidad, el caudillo, en el ambiente creado por la revolución, es el motor de todo movimiento, el gran manipulador de masas y mientras más su prestigio y la fama de gran guerrero en el terreno militar, mayor y más activa era la adhesión. El poder político y militar de este no se explica sin aquellas. (6)

El prestigio del caudillo en el ejército era indiscutible y cuando, ya en el poder, otros pretendieron disputarle el mando de la nación o el mismo ejército se rebeló, Obregón, el caudillo, apareció como flagelo y exterminio implacable de los enemigos del nuevo régimen. (7)

Los mencionados Jiménez y Aguirre son subordinados del caudillo, le deben respeto y obediencia. Además, han luchado juntos. Sin embargo, el segundo se rebela y rompe con el caudillo. Quien estaba retratado de manera literaria era en realidad el general Francisco R. Serrano, quien podría considerarse como el “dedo chiquito”, que le debe obediencia a Obregón y que también rompe con él para contender en la lucha del poder que se avecinaba.

El rompimiento entre los personajes lo narra Guzmán como sigue:

“Ministro y presidente se miraban con ojos escrutadores. El velo de la fatiga que jamás se alcanzaba de sobres las pupilas del uno, hacia extraño contraste con el intenso fulgor que lanzaban las del otro.

”Tras una pausa, observó el Caudillo:

”-Lo de su falta de merecimiento lo entendería yo mejor si en esto no interviniera para nada el general Jiménez. Porque yo bien sé que usted, acaso con motivos muy dignos de pesarse, cree superar en muchos aspectos a su contrincante. ¿Cómo explicarme entonces que la candidatura del otro le parezca a usted más aceptable que la suya propia?

”-Primero, mi general, porque es público y notorio que él sí aspira a ser presidente. Segundo, porque… porque es posible y aun probable que la benevolencia de usted lo ayude en sus deseos.

”El caudillo replicó pronto:

”-No sería yo, sino el pueblo… Pero volvamos a usted. ¿No le engañará su convicción cuando habla de no tener ningunas aspiraciones?

”Y al preguntar esto mismo, la sonrisa del Caudillo, y su gesto, y su ademán fueron tan glaciales que Aguirre respondió como si hablara, no desde donde estaba, sino desde muy lejos, desde el fondo del bosque cuyas frondas hacían aguas al sol, desde el remoto cinturón de los montes azulones:

”-No, mi general no creo engañarme.

”Y comprendía que su esfuerza había sido inútil”. (8)

El quiebre entre Serrano y Obregón acontece el 15 de junio de 1927, marcando un punto de no retorno en la relación entre el caudillo y su ex jefe de Estado Mayor. Serrano renunciaría al gobierno del Distrito Federal y aceptaría su postulación presidencial, desencadenando una serie de eventos que resuenan en el imaginario creado por Guzmán.

Los intentos de Serrano por llegar a un acuerdo con Obregón durante los meses previos evidencian tensiones palpables. El rompimiento entre los caudillos estaba dado, ahora se venía la lucha electoral. Es ese momento que sale a relucir en La Sombra del Caudillo. El surgimiento de partidos y facciones políticas, el orden institucional que recae en la división de los poderes públicos y la aglutinación en sindicatos y organizaciones de campesinos, obreros y profesionistas está ahí. Lo que describe La Sombra del Caudillo es parte del proceso de institucionalización que atravesó México durante más 30 años (1917-1947). (9)

En el meollo de la trama se encuentra la lucha por el poder entre Ignacio Aguirre, ministro de Guerra del caudillo, e Hilario Jiménez, el verdadero elegido para sucederlo. Guzmán desgrana el conflicto político y electoral que se desata revelando el intrincado tejido de alianzas y rivalidades. La sucesión presidencial se convierte en un momento de especulación en el que los grupos políticos respaldan a sus candidatos, ya por proximidad al caudillo o por motivos estratégicos.

La novela presenta dos bloques políticos claramente definidos: los seguidores de Jiménez y los relegados del favor del caudillo, encabezados por Aguirre. Esta división se recrudece en el respaldo de diferentes partidos y fuerzas regionales, creando un escenario de intensa rivalidad y confrontación pública. Mítines, debates legislativos y actos de violencia política se entrelazan ilustrando con la ficción el caldeado -pero real- ambiente electoral de 1927.

Guzmán lo cuenta de la siguiente manera:

“El encono de las pasiones refluyó desbordándose de preferencia hacia la Cámara de Diputados. Muchas sesiones interminables –cinco, seis y siete– a cuál más tormentosa y tumultuaria, se sucedieron a partir del día que en vio la luz el informe del general Aispuro. Todas ellas se iniciaban con la refriega multitudinaria en las escalinatas o en el vestíbulo; la gran porra aguirrista de Olivier agredía a la porra hilarista de Ricalde o viceversa, y de allí a poco en galerías y tribunas, el desfogue de los discursos -arrebato de la palabra, desenfreno de la idea, vehemencia en bruto- ponía en realce la violencia y las pistolas. (10)

El «México bronco» que Guzmán describe perfila que en la lucha por el poder sólo hay dos caminos: la bendición del caudillo o la toma de ese poder por la fuerza. Los aguirristas, al percibir que la primera opción no es posible, optan por el segundo camino desatando un torbellino de acontecimientos que culminan en un asesinato y un secuestro. La sombra del caudillo se proyecta ominosamente, mostrando su capacidad para frustrar los planes de los aguirristas.

El «madruguete» a los aguirristas resulta en un despiadado ajusticiamiento por parte de las fuerzas militares del caudillo. Y es que, en la carretera de Toluca, luego de ser apresados, serían asesinados Aguirre y sus partidarios:

“El sobrino del general Leyva no despegó los labios. Sacó el revolver con frialdad análoga a la que Aguirre había puesto en las palabras, y sin trasparentar emoción alguna, ni detenerse en más preliminares que un gesto a los soldados de enfrente para que se apartasen, disparó un balazo al pecho de Aguirre”. (11)

Ese asesinato sin juicio previo de Aguirre y sus seguidores simboliza la brutalidad de la política mexicana de la época, donde la sombra del caudillo se cierne sobre cualquier intento de disidencia. La historia, la verdadera, refiere que el general Francisco Serrano fue asesinado el 3 de octubre de 1927 en el poblado de Huitzilac, en el estado de Morelos. Taracera (1987) y Villadelángel (2008) relatan de la siguiente manera ese asesinato:

“El 2 de octubre de 1927 marca el desenlace fatal para el General Francisco R. Serrano y sus acompañantes, inmersos en un contexto de conspiración y enfrentamientos políticos. Descubiertos los preparativos de un golpe militar, el gobierno decide acabar con los conspiradores.

”Serrano, aparentando celebrar su santo, parte hacia Cuernavaca, pero la intervención de Calles y el gobernador de Morelos, Ambrosio Puente, orquestan su aprehensión. A pesar de la advertencia, Serrano y sus amigos no abandonan Cuernavaca, donde están en evidente peligro.

”La odisea continúa el 3 de octubre cuando son aprehendidos por una escolta militar liderada por el general Enrique Díaz González. A pesar de no hallarse armas ni documentos comprometedores, son tratados con dureza. Posteriormente, Claudio Fox y Díaz González reciben órdenes presidenciales de conducir a los prisioneros a la capital.
”En el trayecto, Serrano pregunta a un coronel si serán fusilados en el camino, pero la respuesta es evasiva. En Huitzilac, Fox ordena un alto, descienden del vehículo y, en un acto infame, los prisioneros son atados de manos. Ante la protesta de Serrano, éste recibe un golpe de pistola en la cabeza.

”La ejecución se lleva a cabo en medio de la niebla en Huitzilac. Mariano Marroquín, instigado por Fox, golpea a Serrano y ordena disparar. A pesar de la resistencia verbal del general, los soldados y oficiales desatan una carnicería, asesinando uno a uno a los trece acompañantes de Serrano”. (12)

La tragedia apunta la utilización facciosa del aparato del Estado para perpetrar y encubrir el crimen. Esta corrupción arraigada en la estructura del poder mexicano sentó las bases del sistema político que gobernó el país por más de setenta años, caracterizado por la represión, la arbitrariedad y el abuso. La versión oficial, presentada como un enfrentamiento, oculta la realidad de un asesinato político. Catorce cruces marcan el lugar de la masacre, y los resultados de las autopsias, nunca divulgados, indican las circunstancias de las muertes. Al llevar los cuerpos ante Obregón, éste reacciona de manera insensible, marcando un sombrío capítulo en la historia política de México.

Las páginas de La Sombra del Caudillo en las que se hace alusión a la llamada Matanza de Huitzilac son el espejo crudo de un periodo postrevolucionario tumultuoso, en el que la lucha por el poder se ensombrece desde la presencia del caudillo, cuya hegemonía se extiende de manera implacable.

La maquinaria del poder absoluto

La sucesión presidencial de 1928, el caudillismo y el asesinato de Francisco R. Serrano se entrelazan como los acontecimientos fundamentales que dan vida a la obra de Martín Luis Guzmán. La Sombra del Caudillo es un testimonio literario que sumerge al lector en la complejidad de una trama tejida y dirigida por un único protagonista: el Caudillo. La dicotomía de estar a favor o en contra de este líder dicta el destino de aquellos que se entrelazan en su órbita política, como lo evidencian las tragedias de Aguirre y la promesa de liderazgo para Hilario Jiménez.

La novela desencadena un impacto visceral en el lector, transportándolo a un pasaje aparentemente histórico de México. Esta efectividad radica en su capacidad para trascender la mera crónica de eventos, convirtiéndose en una metáfora poderosa de una autoridad omnipresente pero velada. Dentro de sus páginas, la política se despliega como un juego de máscaras, una representación teatral que cobra vida en un espacio mágico. Al entrelazar la narrativa con la historia, Guzmán consigue que la sucesión presidencial de 1928 vaya más allá de un simple cambio de figuras en el poder. Más bien, se sumerge en las luchas internas del grupo gobernante por la supremacía política, lo cual culmina en una depuración interna, el declive de la alternativa caudillista y el fortalecimiento del Estado mediante el proceso de institucionalización del dominio político. (13)

La Sombra del Caudillo expone la maquinaria del poder absoluto al desentrañar la falsificación de la historia gracias a la manipulación de la memoria colectiva. La implantación de un régimen que amalgama razón y metafísica con el propósito de imponer una visión del mundo se muestra como un componente esencial en la creación de un espacio ficticio y eterno. Este espacio, marcado por la articulación de la lengua y la retórica del poder que proclama una verdad única, deja al descubierto las complejidades de la manipulación política. (14)

De acuerdo con el investigador Carlos de la Mora, el escritor de La Sombra del Caudillo no buscó la literatura en la historia ni la historia en la literatura, sino que exploró ese camino invisible, como lo ha conceptualizado Paz, desde los hechos vividos que transformó en literatura. La Sombra del Caudillo se presenta, así, como un faro que aluza no sólo un episodio específico de la historia mexicana, sino también la fragilidad de la verdad cuando está en manos del poder y la continua lucha por una narrativa dominante.

Referencias

  1. Biblioteca Nacional de España [BNE]. (2022). Novela Histórica. https://www.bne.es/es/Micrositios/Guias/novela_historica/Introduccion/
  2. Córdova, Arnaldo. (1973). La ideología de la revolución mexicana. Era. Págs. 262-263).
  3. Guzmán, Martín Luis. (1980). La sombra del caudillo. Porrúa. Pág. 50.
  4. Krauze, Enrique. (2007). Biografía del Poder. Caudillos de la Revolución Mexicana (1910-1940). Tusquets Editores.
  5. Córdova, Arnaldo. (1973). La ideología de la revolución mexicana. Era. Pág. 263.
  6. Ídem. Pág. 264.
  7. Ídem. Pág. 266.
  8. Guzmán, Martín Luis. (1980). La sombra del caudillo. Porrúa. Pág. 50.
  9. Córdova, Arnaldo. (1973). La ideología de la revolución mexicana. Era. Pág. 263.
    10 Guzmán, Martín Luis. (1980). La sombra del caudillo. Porrúa. Pág. 156.
  10. Ídem. Pág. 239.
  11. Villadelangel Viña, Gerardo. (2008). “La matanza de Huitzilac”. En El libro rojo Continuación. Fondo de Cultura Económica.
  12. Loyola, Rafael. (1992). “La reelección de Obregón y la designación conciliadora de Portes Gil”. En Martínez Assad, Carlos. La sucesión presidencial en México. Nueva Imagen. (Loyola, 1992, p.38).
    14 González de la Mora, Carlos Javier. (1992). Estructura, mito y política en La sombra del Caudillo. INBA.

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