Texcapilla, México; 9 de diciembre de 2023.
Redacción Todo en Contra
Son las 8:34 del 9 de diciembre en el pueblo de Texcapilla y todavía no amanece…
No saldrá el sol ahora ni en los siguientes días porque sus calles han sido tomadas —como si se tratara de un botín de guerra— primero por el narco, por la Familia Michoacana y el comandante Payaso, que desde hace tres años habían llegado al municipio de Texcaltitlán con su bandera de narcos siniestros, dedicados al secuestro, a la extorsión y al asesinato. Pero esta vez, al comandante Payaso se le acabó la suerte, aunque no fue porque dejara de ser protegido por el gobierno del Estado de México y su Fiscalía, dirigida por el peñista José Luis Cervantes, quien llegó a esa instancia con el voto de legisladores morenistas, que le dieron su confianza pese a conocer su origen y los motivos de Alfredo del Mazo para proponerlo el 10 de marzo de 2022.
La Fiscalía —tomada y sometida por el crimen organizado hace años, y por la estructura política priista y morenista— endureció desde entonces su costra protectora con el imperio narcotraficante de Jhonny Hurtado Olascoaga y de su hermano Alfredo, a quienes se les conoce como el Fish y el Fresa. Ellos gobiernan de facto en un tercio del territorio mexiquense sin oposición alguna, aunque el ejército, la Marina y la Guardia Nacional han llegado al Estado de México para apoderarse silenciosamente de calles y estructuras, de carreteras y parajes, y establecen, como nadie lo ha hecho, castigo y protección. El Fresa, por ejemplo, masacró a 22 personas, incluidos el alcalde del lugar y miembros del ayuntamiento, en San Miguel Totolapan, en la Tierra Caliente guerrerense, el 5 de octubre de 2022. Luego de matarlos, subió un video, un monólogo mejor dicho, donde dio la cara y contó su versión retorcida. No hubo un solo intento por parte del gobierno federal para detenerlo y si lo hubo sus fuerzas no llegaron muy lejos.
En Texcapilla son las 9:05 del 9 de diciembre de 2023 y el día sigue sin mañana…
Ahí a nadie le importa que la mandataria Delfina Gómez salga a dar su mensaje de acción, a nadie le importa su cara contrita, su cara espantada porque ya vio de qué tamaño es el monstruo que le ordenaron gobernar y ya vio que no podrá hacerlo como no pudieron y no quisieron sus antecesores priistas. “No es tan fácil”, le dijo el propio Del Mazo con la derrota enganchada en su cuello blanco y sudoroso, en una de las reuniones que tuvo con ella y con Horacio Duarte, el nuevo secretario de Gobierno que llegaba a ese encargo como un nervioso toro de lidia, como un pura sangre dispuesto a comerse el hipódromo que tiene aún delante. No calcularon que ese Frankenstein construido paciente y meticulosamente en los laboratorios del PRI desde los años cuarentas. No sopesaron que el primer objetivo de este nuevo gobierno no debió ser el de ganar las elecciones de 2024 y no se posicionaron ni en lo público ni en lo privado frente a la máquina de la muerte que es la Familia Michoacana.
Así que a las 9:19 no ha amanecido en el pueblo de Texcapilla…
Cuyos habitantes atestiguaron la noche del 8 de diciembre el levantamiento de los once cuerpos de los sicarios que el pueblo mató ayer en los campos de futbol que estarán marcados con sangre para siempre porque también ahí cayeron tres de los habitantes que enfrentaron a narcos armados que habían ido por enésima vez a extorsionarlos, liderados por el comandante Payaso, que ya se había librado de morir por centímetros cuando escapó de la masacre de Palo Amarillo, el 14 de junio de 2022. Ahí mataron a sus comandos, muchos de ellos chavos levados y obligados a combatir las guerras de la Familia en el Triángulo de la Muerte del Estado de México, Michoacán y Guerrero. El Payaso era un objetivo de la Fiscalía, al menos en el papel, y aunque sabía quién era y dónde se movía, dejaba su captura para ocasiones mejores, que nunca llegaron. Al Payaso lo alcanzó la muerte en forma de linchamiento en esos campos deportivos de Texcapilla. Allí quedó su cuerpo, pequeño y correoso, equipado con fornituras del ejército y de la policía, que no le alcanzaron para nada y que se quemaron con él cuando al cadáver que es ahora los habitantes le prendieron fuego. Fueron los pobladores quienes finalmente detuvieron el sicariato del Payaso y de su célula michoacana, que habían citado a los comuneros en el centro de aquella comunidad para extorsionarlos: un peso por cada metro cuadrado de tierra que poseyeran. Ahí comenzó todo.
Los narcos, armados con rifles del ejército, metieron sus naves a la cancha de futbol y se bajaron creyéndose intocables. Los pobladores hicieron un círculo y los rodearon de a poco. En algún momento el diálogo se rompió y el tableteo de los AK-47 terminó de quebrarlo todo. Los narcos echaron a correr pero no pudieron escapar. Ahí mismo los ajusticiaron a machetazos. Sus cuerpos ardieron con el fuego de la venganza y de la liberación, aunque fuera momentánea, de un pueblo abandonado por el gobierno y sometido por la fuerza letal del Fish y el Fresa, que se ocultan en la frontera guerrerense. “Este era el Payaso”, dice alguien que ha filmado el tiradero de cuerpos negros y humeantes y que ha subido ese video a las redes sociales. El cuerpo pequeño y retorcido del sicario parece clavado a la tierra, como si la yerba que era hubiera sido pisoteada, estrujada, despedazada, reventada.
A las 9:48 todavía no amanece en este Texcapilla…
Tomado ahora por las fuerzas de seguridad que no lamentan lo que ha pasado porque no murió ninguno de los suyos. Se han limitado a llevarse los cuerpos negros, de brazos retorcidos, de entrañas abiertas, en bolsa negras de plástico reforzado. Se han limitado a quedarse por ahí, simulando interés, apostados en retenes hasta que les den la orden de retirarse.
La matanza de sicarios en Texcapilla representa la ausencia del Estado y su incapacidad para cuidar a la población. Ahora mismo los familiares de los ejecutados se lamentan en redes sociales y previenen a todos de la venganza que se aproxima. La usuaria de facebook Carmen, ha identificado a Cris, su hermano de pelos amarillos y de no más de 20 años, entre los muertos. En los videos, se observa al sicario correr desaforado hasta que alguien lo captura. Entonces lo tiran y ahí, junto a una barda, lo matan a machetazos. A esa misma hora, Delfina Gómez recibía en Ixtlahuaca al presidente Andrés Manuel López Obrador, que refrendaba su mensaje de paz y progreso, de abrazos y diálogo.
A las 10:30 de un día en el que sí salió el sol, pero en Toluca…
La gobernadora salió a dar su mensaje, que se ancló en su gesto agrio y su mala dicción. Esta masacre representa la realidad que se vive en el Estado de México y no es posible seguir viviendo así. En pueblos como Texcalipilla están hartos de escuchar al gobierno en turno decir que lamentan todos los muertos. «Le decimos al sur del Estado de México que no están solos», les dijo Delfina con una voz parecida al canto de un machete.
El secretario de Seguridad estatal, Andrés Andrade, debió olvidarse de los conciertos de Luis Miguel y precisar cifras. Dijo que en Villa Guerrero, otro municipio del sur, la Fiscalía había detenido a otra célula que cobraba derecho de piso. Precisó que los muertos eran 10 por parte de los sicarios y cuatro por los comuneros. Había seis heridos, cuatro de ellos pobladores, además. Luego no dijo más que alabar su propia actuación y garantizó la seguridad de los habitantes.


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